Colección: La historia del chaleco antibalas

A lo largo de la historia, las personas se han protegido de las lesiones con diferentes tipos de materiales. En sus inicios, usaban pieles de animales como barreras contra heridas y ataques. A medida que las armas avanzaban, añadieron escudos de madera y metal a sus arsenales defensivos.

En el siglo XVI, la realeza italiana y romana experimentó con la idea de los chalecos antibalas. Construían chalecos antibalas con capas de metal diseñadas para desviar las balas. La capa exterior estaba diseñada para absorber el impacto de la bala, mientras que la interior se añadía para impedir una mayor penetración. Sin embargo, los chalecos antibalas metálicos eran prácticamente ineficaces contra las armas de fuego.

En el siglo XIX, los japoneses desarrollaron armaduras corporales más blandas, fabricadas con seda. Estas prendas de seda resultaron ser bastante efectivas, pero también caras.

Tras el asesinato del presidente William McKinley en 1901, el ejército estadounidense también exploró el uso de chalecos antibalas blandos. Se demostró que las prendas de seda eran eficaces contra balas de baja velocidad, pero no contra la nueva generación de munición para pistolas. Por esta razón, y sumado a su elevado precio, el ejército estadounidense decidió no usar chalecos antibalas de seda.

El chaleco antibalas se inventó durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba hecho de nailon balístico y ofrecía protección contra fragmentos de munición. Aunque eran voluminosos e ineficaces contra la mayoría de los disparos de fusiles y pistolas, su uso era generalizado, ya que proporcionaban cierta protección y permitían a los soldados sentirse seguros.

En la década de 1960, se descubrieron nuevas fibras que hicieron posible la fabricación de chalecos verdaderamente antibalas. A principios de la década de 1970, DuPont inventó el tejido balístico de Kevlar. Originalmente, este tejido se concibió para sustituir las correas de acero de los neumáticos y era extremadamente resistente. Se añadieron al Kevlar impermeabilización y capas adicionales de tejido para que los chalecos fueran más duraderos y fáciles de usar. El Instituto Nacional de Justicia probó versiones de chalecos de Kevlar durante varios años y descubrió que podían detener las balas de plomo más comunes: 38 Specials y 22 Long Rifle.

Una fase final de pruebas monitoreó la eficacia de la armadura de Kevlar. Se determinó que la armadura de Kevlar garantiza un 95 % de probabilidad de supervivencia tras el impacto de una bala de calibre .38 a una velocidad de 244 m/s. La probabilidad de requerir cirugía tras el impacto de un proyectil fue del 10 % o menos.

En 1976, los científicos concluyeron que el kevlar era resistente a las balas, usable y lo suficientemente ligero como para que los agentes de policía lo usaran constantemente. Lo curioso fue que los chalecos antibalas ya estaban disponibles comercialmente, incluso antes de que el Instituto Nacional de Justicia publicara estas afirmaciones.

Desde entonces, los chalecos antibalas han mejorado. Actualmente, un chaleco antibalas de nivel IIIA pesa aproximadamente 2,5 kg y puede proteger al usuario de casi todos los disparos de pistola. Según la Asociación Internacional de Jefes de Policía, los chalecos antibalas han salvado la vida de más de 3.000 agentes desde 1987.